Aquellos que esperen a tener todo atado, planificado y presupuestado, están condenados a la inacción.
Hay ciudades moribundas que están desapareciendo y ciudades con pulso, vibrantes y atractivas, que han sabido proyectar un futuro apasionante. Detrás de todas ellas, sin excepción, hay una historia de audacia y liderazgo público, una ciudadanía activa, orgullosa de formar parte de ella, y un proyecto ilusionante compartido.
El 14 de marzo de 2020 el Gobierno de España declaró el Estado de Alarma, obligando a la población a permanecer en sus casas. Una medida sin precedentes que se adoptó en todo el mundo para hacer frente a la mayor crisis sanitaria en los últimos 100 años.
Fue un tiempo extraño, difícil de olvidar. Las calles vacías, sin gente, sin tráfico, los comercios y bares cerrados, los jardines solitarios y los niños encerrados en sus casas. Calles y plazas se habían convertido en espacios fantasmas por los que daba incluso miedo transitar. La ciudad se había desdibujado y nos hizo reflexionar sobre los lugares que habitamos.
En los últimos meses hemos visto cómo se han multiplicado los foros, jornadas y conferencias en torno a las ciudades, la vivienda o el crecimiento urbano. La Unión Europea también ha dado un paso adelante. Quiere liderar esta transformación y nos invita a repensar las ciudades en las que vivimos planteando una Nueva Bauhaus, una ola de renovación urbana que, a través del diseño y la cultura, plantee ciudades más atractivas, sostenibles e integradoras.
Cuando escuchamos este tipo de propuestas solemos pensar que no van con nosotros, que plantear un proyecto de ciudad es solo para las grandes urbes como Madrid, Barcelona, Ámsterdam o Nueva York. Nada más lejos de la realidad.
Precisamente ahora es el momento de las ciudades pequeñas y medianas, cuando las nuevas generaciones valoran cada vez más, junto a su desarrollo profesional, la calidad de vida, el turismo o el ocio; cuando la tecnología ha permitido descentralizar en gran medida el trabajo, la actividad productiva y el conocimiento, y podemos graduarnos en cualquier carrera universitaria desde los lugares más remotos.
Las ciudades pequeñas y medianas se encuentran en una posición privilegiada para ofrecer a sus habitantes un proyecto de vida con valores que no encontrarán en las grandes capitales, relacionados con la calidad de vida y la salud, la alimentación, la vivienda, la capacidad adquisitiva o el medio ambiente.
Para conseguirlo, las ciudades o pueblos deben tener un proyecto propio, que transmita su personalidad y que transmita futuro. Cada uno a su escala, con sus medios más o menos escasos, con sus limitaciones… pero también con sus fortalezas, con su territorio, su historia y su cultura. Con su gente.
Y son cada alcalde, cada alcaldesa, quienes tienen la misión de plantear esa transformación, asumiendo el liderazgo y ejerciéndolo con audacia y valentía. Planteando a sus vecinos un proyecto realista, anclado al territorio, pero ambicioso y desafiante.
El periodista estadounidense Herb Caen, ganador del premio Pulitzer por sus crónicas sobre la ciudad de San Francisco, decía que “una ciudad no se mide por su longitud y anchura, sino por la amplitud de su visión y la altura de sus sueños”.
Y es verdad. Hacen falta sueños, ideas e ilusión. Hemos pasado de la euforia del ‘boom’ inmobiliario de principios de siglo, cuando cualquier proyecto megalómano y desorbitado sería capaz de “poner a nuestro pueblo en el mapa”, a una época de conformismo y falta de ambición. Nuestras ciudades necesitan transformarse y para ello hace falta visión, creatividad, sentido común y fuerza. Es decir, liderazgo.
Debemos promover una cultura de ‘hacer ciudad’ y empezar desde ya. Aquellos que esperen a tener todo atado, planificado y presupuestado, están condenados a la inacción. Hay que pensar y consensuar los proyectos y comenzar a ejecutarlos con acciones pequeñas, con los recursos propios. Y poco a poco surgirán los proyectos con mayor capacidad de transformación y llegará la financiación.
Estamos en un momento de excepción para impulsar nuestras ciudades. Europa está centrando sus esfuerzos en esa transformación urbana. La creación de las Agendas Urbanas, el nuevo periodo financiero de la Unión Europea para los años 2021-2027 y los fondos Next Generation son una oportunidad única que no podemos desaprovechar. Depende de nosotros, de nuestros líderes locales y sus equipos, actuar con agilidad e inteligencia y desarrollar los proyectos que transformarán nuestras ciudades.
Promover la creatividad y el diseño en la forma de hacer urbanismo; reflexionar sobre los liderazgos, la gestión y la tecnología, el papel de la ciudadanía y el lugar que ocupan la cultura y la economía en nuestras ciudades; plantearnos cómo equilibrar lo global con lo local y cómo elaborar proyectos capaces de integrar y generar oportunidades para todos…
Por estos y otros muchos temas quiero transitar en estos ‘Latidos urbanos’ que cada mes encontraréis en estas páginas. Latidos que nos inviten a pensar cómo hacer ciudades más humanas; a diseñar juntos ciudades atractivas.